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Alimento para el alma

Alimento para el alma

David Brandt Berg

La Palabra de Dios es la verdad más poderosa del mundo. Contiene el espíritu y la vida misma de Dios[1]. Es la chispa espiritual de Dios que nos enciende con Su vida, Su luz y Su poder. Para afianzar nuestra relación con Él, una de las cosas más importantes que podemos hacer es leer, asimilar y cumplir Su Palabra. Es lo que nos mantiene sintonizados con Él y evita que nos apartemos de Su camino. Si escuchamos a Dios y Su Palabra y obedecemos Su verdad, seremos  felices y fructíferos[2].

Jesús dijo: «Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida»[3]. Su Palabra es la vida misma de Dios. Es lo que nos proporciona vida, alimento, sustento, fortaleza y salud espirituales. Por ello, una dieta sana y equilibrada de la Palabra de Dios es esencial para quien desee desarrollarse bien y permanecer cerca de Él.

A Jesús mismo se le llama en la Biblia el Verbo, la Palabra[4]. Jesús es la Palabra, el Espíritu y la vida. Por eso, si quieres crecer y mantenerte espiritualmente sano necesitas tomar una ración de Él cada día, darte un buen banquete comiendo y bebiendo Su Palabra. Del mismo modo que tenemos que comer para estar fuertes físicamente, también debemos alimentarnos de la Palabra y beber de ella para robustecernos espiritualmente.

«Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis»[5]. Cuando uno está espiritualmente débil, con frecuencia es porque no se ha dado un festín de la Palabra, no se ha llenado y fortalecido con la buena, saludable, nutritiva, alentadora y alimenticia verdad de la Palabra de Dios. No puedes ocuparte tanto en otras cosas que descuides tu inspiración, el alimento y sustento espiritual que necesitas y que viene de la Palabra.

Si la lees con avidez, buscando sinceramente al Señor, Él te hablará por medio de ella. Y cuanto más entrañablemente empieces a amarla y más la estudies y te apacientes de ella, más crecerás en espíritu y más te darás cuenta de que Dios puede hablarte clara y directamente por medio de Su Palabra escrita.

A veces el Espíritu Santo nos llama la atención sobre un pasaje o un versículo y lo aplica a nuestra situación, con lo que la Palabra cobra vida. Estamos leyendo la Palabra, y el Señor le infunde vida, nos habla personalmente, nos da soluciones para nuestros problemas y responde a nuestras oraciones. En el momento en que Él nos ayuda a aplicarla a nuestra situación, de repente cobra vida. La Biblia deja de ser entonces meras palabras, palabras que nos entran en la cabeza; de pronto nos habla al corazón y la entendemos de verdad. «La enseñanza de Tu palabra da luz, de modo que hasta los simples pueden entender»[6] .

El profeta Jeremías exclamó: «Hallé Tus palabras, y yo las comí. Tu Palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón»[7]. Job declaró: «En lo más profundo de mi ser he atesorado las palabras de Su boca»[8] .

Jesús dijo: «Hay una sola cosa por la que vale la pena preocuparse. María la ha descubierto, y nadie se la quitará»[9]. ¿Cuál es esa «sola cosa» que descubrió María? Se sentó a los pies de Jesús a escuchar Sus palabras. Reposar en el Señor, sentarse a Sus pies, escucharlo y oír Su Palabra es muy necesario. Ya ves lo importante que es la Palabra de Dios.


Notas al pie

[1] V. Juan 4:24

[2] V. Juan 15:11; 13:17

[3] Juan 6:63

[4] V. Apocalipsis 19:13; Juan 1:1,14

[5] 1 Pedro 2:2

[6] Salmo 119:130 (NTV)

[7] Jeremías 15:16

[8] Job 23:12 (NVI)

[9] Lucas 10:42 (NTV)