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La posada y el pesebre

Peter Amsterdam

Si estudiamos más cuidadosamente los relatos del nacimiento de Jesús, veremos que se nos despliega un panorama bastante diferente al de las tradiciones que se gestaron en torno al mismo. Para empezar, echemos un vistazo al lugar donde nació Jesús y al tipo de alojamiento que encontraron María y José. José y María se trasladaron a Belén porque José era del linaje real del rey David y era obligatorio que regresara a su tierra natal para participar en el censo que se estaba llevando a cabo. Es muy posible que Belén, una aldea pequeña, estuviera atestada en esa época, y que la mayoría de los hostales estuviesen llenos.

Lo que la mayoría cree hoy en día es que José y María se dirigieron al albergue comercial más conocido, donde se hospedaba la mayoría de viajeros, y que, como estaba lleno, les negaron el acceso. El hecho de que la aldea de Belén no estuviera ubicada junto a ninguna de las vías principales de acceso hace que sea muy poco probable que tuviera un establecimiento comercial de hospedaje. El término griego que emplea Lucas, y que se traduce como albergue o posada es katalyma, que aparece tres veces en el Nuevo Testamento. En las otras dos instancias, se la traduce como cuarto de huéspedes[1]. Cuando Lucas escribe acerca del buen samaritano que socorre al moribundo y lo lleva al hostal del lugar, emplea la palabra pandocheion[2]. Es casi seguro que lo que quiso decir es que no tenían sitio en el cuarto de huéspedes, y no en el hostal.

Los hogares de los aldeanos de la Palestina del primer siglo tenían dos habitaciones: la principal, donde las familias cocinaban, comían y dormían, y la segunda, para huéspedes, que normalmente se encontraba al otro extremo de la vivienda y tenía una entrada independiente, o bien estaba construida en un segundo piso, encima de la casa principal.

La habitación principal de la casa incluía también un espacio para los animales, que estaba situado en desnivel, unos pocos peldaños más abajo que el nivel principal, o bien separado de este por unas vigas pesadas. Quienes vivían en aldeas en aquellos tiempos cobijaban a sus animales por la noche, tanto para evitar robos como para calentar un poco la casa. Metían a sus rebaños dentro de la casa al anochecer, y volvían a sacarlos a primera hora de la mañana[3].

Los lectores del evangelio de Lucas del primer siglo hubiesen entendido perfectamente el hecho de que José llevara a su mujer a Belén tal como se requería, con motivo del censo. Como descendientes de David, José y María habrían sido muy bien recibidos por los aldeanos de Belén. Es probable que José tuviese allí parientes o amigos, pero aun de no haber sido así, por ser descendiente de David, se le habría tratado con toda la hospitalidad posible, sobre todo porque María estaba embarazada. Que los aldeanos le negaran la hospitalidad a un descendiente de David se habría considerado una afrenta, y una vergüenza para el pueblo.

En circunstancias normales, se les habría concedido el cuarto de huéspedes en alguna de las casas. No obstante, debido al censo, muchas otras personas estaban obligadas también a acudir a Belén, de modo que no había habitaciones para huéspedes disponibles en las casas privadas de los aldeanos. Acorde con la hospitalidad de la época, a José y María deben de haberlos ubicado en la habitación común —la principal— de la casa de alguien (probablemente de algún familiar o amigo), y durante su estancia allí, al llegar María al término de su embarazo, dio a luz a Jesús.

Tras el alumbramiento, al bebé se lo envolvía en jirones de tela (era una práctica común entre los pobres, en aquella época) y se lo colocaba sobre un pesebre, lo cual significaba ya sea en el comedero cavado en el suelo de la habitación principal cerca de donde se colocaba a los animales, o bien en un pesebre de madera como los que usaban los animales más pequeños, que posiblemente habrían tomado de la zona del establo para colocarlo en la estancia principal de la casa.

Esta manera de entender las circunstancias que rodearon al nacimiento de Jesús se alinea con las costumbres judías de la época. Entonces, ¿de dónde salieron algunas de las interpretaciones tradicionales del relato de la Navidad? Muchas proceden de un antiguo escrito que data del año 200 d.C., denominado el protoevangelio de Santiago. Los académicos determinaron que quien lo escribió no fue el apóstol Santiago, que tampoco era judío, y que no estaba familiarizado con la geografía ni las tradiciones judías del primer siglo. Cuenta la historia del nacimiento y la vida de María, y continúa hasta el nacimiento de Jesús.

De esa historia deriva la idea que tiene mucha gente de que María entró en trabajo de parto la noche que llegó a Belén, que Jesús nació en una cueva, que María se encontraba sola durante el alumbramiento, que José era un anciano que ya tenía hijos varones, y que María no solo era virgen antes de que naciera Jesús sino que permaneció en ese estado toda la vida. Algunos de esos conceptos se infiltraron en los relatos tradicionales de los credos protestantes, católicos y ortodoxos.

Naturalmente, no tiene mayor relevancia el que Jesús naciera en una gruta, un cobertizo para animales o en una casa de una aldea, e indudablemente no vale la pena montar una polémica en torno a esos detalles. Lo crucial es que naciera, que muriera por los pecados del mundo y que todos tengan la oportunidad de enterarse de lo ocurrido. Conocemos a Jesús porque en algún momento de la vida alguien nos contó acerca de Él. Y por ello, hemos sido grandemente bendecidos.

Jesús nos pide que compartamos con los demás eso que recibimos. Esas son Sus instrucciones para nosotros. Nos pide que sembremos la semilla en la vida de los demás, o que la reguemos o recojamos los resultados, dependiendo del caso. Nos pide que, como seguidores Suyos, manifestemos Su amor y lo demos a conocer a los demás, o que se lo presentemos a quienes aún no lo conocen.

Él los guiará en cuanto a qué método utilizar, dependiendo de las personas a las que los guíe, ya que cada persona es diferente y tiene necesidades diferentes. De lo que no cabe duda es que todos lo necesitan. Necesitan Su amor, Su paz y la salvación que les ofrece. Cada uno de nosotros cuenta con los medios para dar a conocer Su persona y Su amor a los demás, de modo que, hagamos todo lo que esté a nuestro alcance, ¿de acuerdo?

Publicado en Áncora en diciembre de 2017.


Notas al pie

[1] Lucas 22:11 y Marcos 14:14.

[2] Lucas 10:34.

[3] Kenneth Bailey, Jesus Through Middle Eastern Eyes (Downers Grove, Ill: IVP Academic, 2008), 28–34.