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Mensajeros angelicales

Tina Kapp

Un aspecto importante del relato de la Natividad fue la aparición de ángeles a meros mortales, a quienes comunicaron las emocionantes noticias del nacimiento de Jesús.

De acuerdo al relato de la Navidad, el primero en recibir una visita angelical fue Zacarías. Era sacerdote del Templo y una persona excepcional. Había llevado una vida productiva y temido a Dios durante muchísimos años. Su esposa, Elizabet, era estéril. No podían tener hijos. Lo que es más, eran demasiado mayores. Así que allí estaba, llevando a cabo sus labores en el Templo, cuando de pronto se le apareció el ángel Gabriel. El apóstol Lucas lo narra a la perfección. Dice:

«Cuando Zacarías lo vio, se desconcertó y le sobrevino un gran temor, pero el ángel le dijo: “Zacarías, no tengas miedo, porque tu oración ha sido escuchada. Tu esposa Elisabet te dará un hijo, y tú le pondrás por nombre Juan. Tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán en su nacimiento.”»[1]

El ángel le anunció a Zacarías que su hijo dirigiría al pueblo de Israel de vuelta a Dios, que sería ungido con el espíritu y poder de Elías, y que prepararía el camino del Señor.

Cualquiera diría que Zacarías saltaría de alegría. Finalmente tendría un hijo. Algo por lo que había estado orando. Y se trataría de un niño muy especial. Pero nada de eso. Miró al ángel a la cara y espetó: «¿Y cómo voy a saber que esto será así? Yo estoy muy viejo, y mi esposa es de edad avanzada.»[2]

Cabe imaginar que Gabriel se sintió un poco exasperado mientras le explicaba: «Bueno… porque… soy Gabriel, habito en la presencia de Dios y Él me ha enviado a darte las buenas nuevas». Al Señor obviamente no le gustó mucho que el anciano Zacarías dudara de Él, por lo que, en palabras de Gabriel, le infligió un castigo bastante severo: «Como no has creído mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo, ahora vas a quedarte mudo, y no podrás hablar hasta el día en que esto suceda»[3].

Seis meses más tarde, el mismo ángel visitó a María. Ella acababa de aceptar la propuesta de matrimonio de José.

El ángel se le apareció y le dijo: «¡Salve, muy favorecida! El Señor está contigo.» María también se asustó un poco. Debió preguntarse el significado de ese saludo. Pero el ángel le dijo: «María, no temas. Dios te ha concedido Su gracia. Vas a quedar encinta, y darás a luz a un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Este será un gran nombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Y Su reino no tendrá fin.»

Pero María le dijo al ángel: «¿Y esto como va a suceder? Nunca he estado con un hombre.»

El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el Santo Ser que nacerá será llamado el Hijo de Dios.»

En caso que no fueran suficientes noticias emocionantes, añadió: «También tu pariente Elizabeth, la que llamaban estéril ha concebido un niño en su vejez y ya está en su sexto mes de embarazo. Para Dios no hay nada imposible.»

María dijo entonces: «Yo soy la sierva del Señor. Cúmplase en mí lo que has dicho.»Y el ángel se fue de su presencia[4].

Resulta interesante comparar la reacción de Zacarías y María. Zacarías dudó de la capacidad del Señor para cumplir Sus promesas. María también le preguntó al Señor cómo era eso posible, pero sus palabras indican reconocimiento de que se trataba de una hazaña humanamente imposible, y no la aseveración de que el Señor era incapaz de hacerlo realidad. La sencillez de su respuesta da fe de ello.

La verdad es que todos nos hemos sentido tentados a dudar o desechar los mensajes del Señor. Es una situación que se repite a lo largo de la Biblia. La anciana Sara se rió cuando los ángeles le comunicaron que tendría un hijo con Abraham. Moisés, Gedeón y Jeremías presentaron toda clase de excusas cuando Dios los llamó a Su servicio. Jeremías aseguró que era demasiado joven. Moisés que carecía de la oratoria necesaria para comunicar los mensajes del Cielo. El Señor tuvo que exhortarles y convencerles de lo contrario.

Lo más probable es que el severo castigo de Zacarías se debiera a que había sido sacerdote durante muchos años y servido a Dios toda su vida. Debió reaccionar mejor. En la mayoría de las ocasiones, el Señor hace lo imposible por ayudar a Sus hijos a superar sus dudas y temores. Buen ejemplo de ello es la aparición de los ángeles a los pastores.

«En esa misma región había pastores que pasaban la noche en el campo cuidando a sus rebaños. Allí un ángel del Señor se les apareció, y el resplandor de la gloria del Señor los envolvió. Ellos se llenaron de temor, pero el ángel les dijo: “No teman, que les traigo una buena noticia que será para todo el pueblo motivo de alegría. Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor.”»[5]

Salta a la vista que los pastorcillos eran un hueso duro de roer, porque el Señor —fiel al considerar la frágil condición humana— les envió una señal, en caso de que la necesitaran. «El ángel dijo: “Esto les servirá de señal: Hallarán al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.”»[6]

Y por si ello no fuera suficiente…

«En ese momento apareció, junto con el ángel, una multitud de huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: “¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra a todos los que gozan de Su favor!”»[7]

Parece que luego de semejante coro no necesitaron de mayor persuasión. Se dijeron unos a otros: «Vayamos a Belén y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha dado a conocer»[8].

«Así que fueron de prisa, y hallaron a María y a José, y el niño estaba acostado en el pesebre. Al ver al niño, contaron lo que se había dicho acerca de él. Todos los que estaban escuchando quedaron asombrados de lo que decían los pastores.»[9]

La Biblia dice que los ángeles se aparecieron a varias personas durante los primeros años de Jesús: a los reyes magos, para advertirlos de que no se cruzaran con Herodes[10]; a José, cuando él y su familia escaparon de Egipto[11]; y nuevamente a José, cuando era seguro volver a Israel[12].

Los ángeles son mensajeros de advertencia y esperanza. Son una fuente de consuelo en días aciagos. Me parece que son parte maravillosa del relato de la Navidad, y que evocan la importancia de depositar nuestra confianza en Dios. Nos recuerda que todo saldrá bien.

Me encanta la manera en que lo resume Larry Libby: «Una noche somnolienta y llena de estrellas, los ángeles abrieron el cielo como si se tratara de un resplandeciente regalo navideño. La luz y la alegría celestiales se derramaron a raudales, como el agua que corre libre de una represa. Los ángeles vitorearon y cantaron que Jesús había nacido. El mundo tenía un Salvador. Los ángeles anunciaron buenas noticias, y en verdad que lo eran».

Publicado en Áncora en diciembre de 2017.


Notas al pie

[1] Lucas 1:12–14 (RV).

[2] Lucas 1:18.

[3] Lucas 1:20.

[4] V. Lucas 1:28–38.

[5] Lucas 2:8–11.

[6] Lucas 2:12.

[7] Lucas 2:13–14.

[8] Lucas 2:15.

[9] Lucas 2:16–18.

[10] V. Mateo 2:12.

[11] V. Mateo 2:13.

[12] V. Mateo 2:19.