Carta de disculpas de Karen Zerby (María) y Steve Kelly (Peter) a los ex integrantes de La Familia Internacional (antes conocida como los Hijos o Niños de Dios)
11 de noviembre de 2009
A los ex integrantes de la Familia (o de los Hijos o Niños de Dios):
Rogamos que esta carta los encuentre bien a ustedes y a sus seres queridos. Les deseamos todo lo mejor y esperamos que Dios colme su vida de Sus muchas bendiciones. Aprovechamos esta oportunidad para darles las gracias por los años que dedicaron al servicio misionero con la Familia. Sus aportes fueron importantes para nuestra misión de transmitir al mundo el amor de Dios.
Posiblemente se hayan enterado de que la Familia se encuentra en un proceso de reestructuración y reforma, al cual hemos denominado el «camino de los cambios». Si bien a lo largo de nuestra historia hemos experimentado un buen número de procesos de reorganización, los cambios que estamos efectuando ahora son monumentales. Abrigamos la esperanza de que estos permitan a los integrantes de la Familia servir mejor a Dios y al prójimo, y al mismo tiempo desarrollar sus posibilidades y hacer realidad los sueños de cada uno.
Como parte del proceso de cambios hemos estado evaluando nuestra cultura y modos de proceder, así como nuestras doctrinas, con el objeto de determinar qué elementos de nuestro proceder y creencias actuales constituyen realmente nuestros valores fundamentales, y cuáles han perdido vigencia o son susceptibles de cambios. Para ello hemos tenido que examinar nuestra historia y diversas posturas y mentalidades que han llegado a formar parte integral de nuestra cultura.
Algo que lamentamos profundamente son los errores cometidos a lo largo de los cuarenta años que lleva en existencia la Familia y que afectaron la vida de algunos integrantes, tanto jóvenes como mayores. Si bien anteriormente hemos pedido perdón por las experiencias negativas que haya tenido cualquier persona que forme o haya formado alguna vez parte de nuestra agrupación, queremos aprovechar esta oportunidad para hacerlo otra vez, con toda sinceridad.
Dado que la Familia ha pasado por diversas etapas en las cuales fueron variando nuestras perspectivas y posturas con respecto a distintas cuestiones, así como la interpretación o puesta en práctica de nuestras doctrinas, las experiencias de quienes vivieron alguna vez en nuestras comunidades pueden ser sumamente variadas. Por ende, somos conscientes de la posibilidad de que la presente carta no aborde específicamente algún aspecto de las vivencias que tuvieron. No obstante, ojalá se entienda que nuestra intención es referirnos a cualquier dificultad que hayan podido afrontar.
En calidad de dirigentes actuales de la Familia pedimos perdón a cada uno de ustedes por las experiencias negativas, difíciles o dolorosas que hayan podido tener durante su permanencia en la Familia o mientras se retiraban de la misma. Reconocemos que algunos ex integrantes se toparon con dificultades durante el periodo de transición que vivieron después de retirarse de nuestra sociedad comunitaria. Ahora nos esforzamos por facilitar la transición de quienes se salen de nuestro movimiento, así como su incorporación al mundo laboral y el logro de sus aspiraciones en materia de estudios.
Reconocemos que a lo largo de nuestra historia han existido actitudes negativas para con las personas que se retiraban de la Familia, independientemente de las razones que tuvieran para ello. Si bien desde principios de la década de los noventa hemos procurado erradicar esa mentalidad, algunas personas han seguido sintiéndose estigmatizadas al momento de desvincularse o posteriormente, lo cual lamentamos profundamente.
También nos entristece que muchos que deseaban seguir formando parte de nuestra hermandad de fe o considerando a la Familia el cimiento de su fe, o continuar en contacto con sus amigos o seres queridos que seguían formando parte del movimiento, no se sintieran acogidos. Nos estamos esforzando por construir una cultura más incluyente, que acoja y reciba a otros con los brazos abiertos, independientemente de si forman parte de nuestra organización o no.
En sus escritos David Berg fue a menudo áspero con las personas que se retiraban de la Familia, a las cuales nos referíamos en ese entonces como desertores. La aplicación de los principios expresados en tales escritos dio lugar a actos poco caritativos y generó una actitud intolerante y tendente a juzgar con dureza a quienes optaban por retirarse. Ello hizo daño a personas que seguían en nuestro movimiento y a otras que ya no estaban con nosotros, y causó tensión en ciertas relaciones o el rompimiento de las mismas. En algunos casos hubo familias que quedaron deshechas, lo cual generó dolor y tristeza en la vida de muchos.
Lamentamos profundamente el dolor y las dificultades provocados por esa postura añeja. No se debió etiquetar a las personas que se retiraban de la Familia, y sus actos no debieron ser juzgados ni criticados por los demás. Si bien en nuestras publicaciones no ha estado presente el concepto de los desertores durante los últimos 15 años, no se revirtió por completo esa postura antigua y no se recalcó suficientemente la importancia de velar por que las personas que optaran por dejar la Familia recibieran la ayuda y apoyo que necesitaban. Pedimos perdón a los que no hayan recibido la asistencia que requerían o que habrían deseado.
Esa actitud negativa hacia los que optaban por desvincularse de la Familia también se aplicó en muchos casos a los miembros de la segunda generación que decidieron dedicarse a otra profesión o forma de vida. Eso no debió haber ocurrido. Reconocemos que cada persona tiene el derecho a ejercitar su libre albedrío en lo tocante a su profesión y sus objetivos de vida. Hoy en día los integrantes de la Familia pueden adoptar profesiones complementarias o llevar a cabo estudios superiores sin que ello perjudique su condición de miembros. Sinceramente nos excusamos con todo integrante de nuestra segunda generación que no haya recibido el apoyo o aliento que necesitaba para establecerse, o al que le faltaran estudios o titulación para incorporarse fácilmente a la fuerza laboral o para cursar estudios superiores.
A fines de la década de los noventa del siglo pasado y durante los primeros años del 2000, varios ex integrantes de la segunda generación hicieron causa común para expresar su descontento y quejas con relación a las experiencias vividas en la Familia. El debate llegó a estar muy caldeado, lo cual nos llevó a abordar en nuestras publicaciones internas cuestiones presentadas por esos chicos. Nos apena que algunos de nuestros escritos de dicha etapa en defensa de la Familia se hayan interpretado mal, como representativos de la actitud y postura general de la Familia hacia sus ex integrantes, en particular los de la segunda generación. Esa no fue nuestra intención y, en retrospectiva, desearíamos haber previsto ese desenlace y habernos guardado de publicar nada que creara esa impresión. Lamentamos los dolores y rompimientos de comunicaciones que ello haya causado.
En 2008 publicamos una carta abierta de disculpas dirigida tanto a los integrantes como a los ex integrantes de la segunda generación de la Familia. En la misma pedimos perdón a cualquiera que —debido a la falta de restricciones y normas estrictas para la protección de los menores desde 1978 hasta mediados de la década de los 80— se hubiera visto expuesto a conductas sexuales indebidas o dañinas de cualquier índole. Reiteramos nuestras sentidas disculpas a los que hayan vivido alguna experiencia de ese tipo.
Lamentamos que no se hubieran establecido mayores restricciones, pautas y garantías que evitaran conductas dañinas o indebidas a la hora de llevar a la práctica el aspecto sexual de la doctrina de la Ley del Amor de la Familia. Con el paso de los años se instituyeron medidas de protección, pero reconocemos que en la práctica hubo casos en los que las relaciones maritales se tensaron o se disolvieron, lo cual condujo a la desestabilización del núcleo familiar. Ofrecemos nuestras sinceras excusas a todo integrante de la primera o la segunda generación que se viera expuesto a conductas dañinas o indebidas a raíz de la puesta en práctica de la Ley del Amor.
También reconocemos que antes de la publicación de los Estatutos de la Familia Internacional en 1995 los matrimonios y familias no contaban con las debidas protecciones para salvaguardar la estabilidad de los núcleos familiares. Debido al énfasis excesivo que se daba a la tesis de anteponer la obra de Dios a las familias personales, algunas familias fueron sometidas a separaciones no iniciadas por voluntad propia. Asimismo hubo matrimonios con hijos a los que se les pidió que se separaran por un tiempo, lo cual en algunos casos condujo a separaciones definitivas. Algunos adolescentes (y preadolescentes) vivieron lejos de sus familias por periodos prolongados. Admitimos que estar separado de los padres, de los hijos o del cónyuge, es muy difícil, y lamentamos profundamente los casos en los que ocurrió eso. A partir de 1995 se precisaron los derechos de los padres y de los niños con la publicación de los Estatutos, los cuales establecieron medidas de protección para las familias y expresaban claramente los derechos de los padres y de los menores, dando mayor importancia al núcleo familiar.
A raíz de nuestra creencia de que los niños nacidos en la Familia estaban destinados a servir al Señor dentro de la misma, procurábamos escudarlos de influencias externas o perjudiciales, con el objeto de ayudarlos a convertirse en cristianos más fuertes. Ello dio lugar a un entorno excesivamente protector, que llegó a ser muy restrictivo y limitante, y una formación centrada principalmente en la preparación para el servicio misionero. Nos tomó tiempo darnos cuenta de que era natural que los adolescentes pusieran en tela de juicio las creencias y forma de vida de la Familia y que debíamos prepararlos para adoptar una forma de vida y una profesión fuera del movimiento, en caso de que optaran por ello. Concedemos que la educación de los niños criados en las comunidades de la Familia debe capacitarlos para dedicarse a la profesión que elijan o para cursar estudios superiores.
A fin de preparar a los jóvenes para un futuro discipulado, se pusieron en vigor programas para corregir conductas que en ese tiempo se consideraban difíciles. Uno de ellos fuel el programa Vencedores. Pedimos perdón a todo integrante de la segunda generación que haya vivido experiencias negativas en un programa de Vencedores o cualquier otro similar de los que se llevaron a cabo a fines de los ochenta o principios de los noventa del siglo pasado. Reconocemos que en algunos de ellos hubo jóvenes sometidos a tratos desamorados o inapropiados, así como a medidas disciplinarias excesivas. Ello estuvo mal y no debió haber ocurrido.
Lamentamos que no se dictaran antes normas de disciplina más estrictas, a fin de garantizar que los menores no fueran sometidos a medidas correctivas excesivas. Ello se resolvió en 1994 con la publicación de las pautas de disciplina de la Familia (Pautas de disciplina de la Familia, CM 2919), las cuales también se incluyeron en los Estatutos de 1995.
Con la intención de remediar lo que se consideraban problemas de conducta, algunos adolescentes o adultos jóvenes fueron objeto de duras reprimendas en ciertas publicaciones de la Familia. De cuando en cuando también hubo algunos integrantes adultos cuyos traspiés fueron expuestos públicamente. Tales reprimendas públicas no se debieron aplicar. Peter y yo pedimos perdón a todo joven o adulto cuya vida privada fuera hecha pública de esa manera.
Desde 1995, con la publicación de los Estatutos, contamos con reglas y normas claramente estipuladas que regulan todos los aspectos de la vida en la Familia y resguardan los derechos individuales. Los derechos de nuestros niños están claramente expresados en ese documento, como también lo están los derechos y deberes de los padres. Se establecieron exigencias y normas con relación a los estudios de los menores, la autoridad dirigencial, las decisiones médicas y de otra índole que reconocían las atribuciones y responsabilidad de los padres con respecto a las decisiones que afecten a sus hijos menores de edad. Consideramos que dichas normas han garantizado que las comunidades de la Familia proporcionen un entorno favorable para todos sus miembros. Los cambios estructurales que se están introduciendo en la actualidad servirán para proporcionar a cada persona, en una medida todavía mayor, oportunidades de obrar conforme a su fe y convicciones personales y de desarrollar todo su potencial.
Ojalá fuera posible cambiar el pasado y borrar los sufrimientos y dificultades que hayan experimentado, pero desgraciadamente no lo es. Los dirigentes actuales de la Familia les pedimos perdón. Esperamos que acepten nuestras sinceras y sentidas disculpas por el dolor o infelicidad que hayan padecido durante los años que vivieron en la Familia. Les deseamos lo mejor de lo mejor en el futuro, tanto en su vida familiar como profesional. Rogamos a Dios que Él colme su vida de Sus bendiciones, paz, gozo y satisfacción.
Sinceramente,
María y Peter
La Familia Internacional https://www.thefamilyinternational.org/ | E-mail: familia@lafamilia.org
Carta abierta de disculpas a integrantes actuales y ex integrantes de la segunda generación
1 de enero de 2008
Queridos adultos de la segunda generación, que pertenecen o pertenecieron alguna vez a la Familia Internacional:
Aunque desde 1993 hemos pedido perdón públicamente varias veces por escrito, nos pareció que podíamos hacerlo de un modo más personal publicando una carta dirigida específicamente a la segunda generación de la Familia, tanto a los que siguen formando parte del movimiento como a los que han optado por otro modo de vida.
Peter y yo, como dirigentes actuales de la Familia Internacional, les pedimos perdón por toda experiencia negativa o dolorosa que hayan tenido durante su infancia o juventud en la Familia. Reconocemos que desde finales de los años setenta hasta mediados de los ochenta del siglo pasado la Familia no fue un ambiente tan seguro para los menores como debió haber sido. Nuestras sinceras disculpas por no haberlos protegido más en esos años. Lamentamos inmensamente si tuvieron alguna experiencia sexual impropia. Les pedimos excusas si en algún momento fueron tratados con aspereza, se les aplicó una disciplina excesiva o si no se les impartió una enseñanza adecuada.
Ofrecemos disculpas a nuestros ex integrantes si, al irse de la Familia, se sintieron estigmatizados o les pareció que no se les brindó toda la ayuda y apoyo que consideraban necesarios o que les habría gustado recibir. Lamentamos toda acción poco amorosa, poco amable, dolorosa o perjudicial que pudieron haber sufrido de parte de algún miembro de la Familia.
Reconocemos que en algunos escritos de David Berg se aplicó erradamente la Ley del Amor al contacto sexual entre adultos y menores, y que esa fue la causa directa de algunas conductas y actos indebidos que tuvieron lugar entonces. Eso se corrigió en 1986, cuando se prohibió todo contacto sexual entre adultos y menores de edad.
Sentimos mucho que no se hayan establecido esas normas de conducta en los primeros años de la Familia para proteger de daños y perjuicios a los menores de edad. Desgraciadamente, como no existían esas reglas, algunos de ustedes tuvieron contactos sexuales indebidos con adultos, y reconocemos que se produjeron algunos actos de abuso. Ustedes no debieron verse expuestos a esas situaciones. Estuvo mal que ello ocurriera. Lo sentimos de corazón. Si durante la época que ustedes formaron parte de la Familia en algún momento sufrieron algún perjuicio, sea cual fuere, de todo corazón lo lamentamos.
David es responsable de haber promovido doctrinas liberales en materia sexual sin establecer reglas estrictas para proteger a los menores de conductas indebidas o actos perjudiciales. Dado que en esa época él tenía la facultad exclusiva de decidir lo que se publicaba, es el responsable de cualquier daño ocasionado por sus escritos. En 1988 David se retractó y abjuró de todo escrito que aludiera al contacto sexual con menores de edad, y en 1994 todas las bibliotecas de la Familia habían quedado totalmente expurgadas de referencias al tema.
A partir de 1986 fijamos normas muy claras y estrictas para impedir toda conducta sexual indebida. Dichas normas siguen vigentes hasta el día de hoy. Desde mediados de 1989 todo contacto sexual de esas características se convirtió en falta punible con expulsión. Reconocemos que durante el primer año o dos de la entrada en vigor de esta última normativa, en algunos casos los líderes no fueron muy rigurosos en cuanto a la duración de la expulsión, pero al poco tiempo las reglas se volvieron muy estrictas y lo siguen siendo.
A principios de la década de los noventa se incorporaron más directrices para respetar los derechos de los niños y garantizarles la mejor crianza, atención y educación posibles. Desde 1995, cuando entraron en vigor los Estatutos de la Familia Internacional , tenemos unas pautas y un reglamento muy preciso que rigen todos los aspectos de la vida en la Familia. Los Estatutos definen claramente los derechos que tienen los niños dentro de nuestro movimiento, así como los derechos y obligaciones de los padres. Se introdujeron principios rectores para asegurar que toda disciplina aplicada a los niños sea la correcta. Se codificaron reglas relativas a la educación, la autoridad dirigencial, las decisiones relativas a asuntos médicos y otros, de tal modo que la responsabilidad y autoridad máxima y definitiva sobre todas las decisiones relacionadas con menores de edad recaen sobre los padres.
Asimismo los Estatutos reafirmaron nuestra posición de tolerancia cero frente a todo abuso de menores. Desde su entrada en vigor en 1995 son el documento por el que se gobierna la Familia. Nuestra adhesión a él sigue vigente. Tenemos plena confianza en que esas pautas han contribuido a que los Hogares de la Familia constituyan un ambiente lo más seguro posible para los niños y los jóvenes.
Ojalá tuviéramos la facultad de cambiar el pasado, pero desgraciadamente no es así. En calidad de dirigentes actuales de la Familia, les pedimos perdón. A todo integrante o ex integrante de nuestra hermandad que haya sufrido algún dolor o perjuicio a causa de la aplicación errada de la Ley del Amor esbozada por David, o cualquier otra manifestación de maltrato, le pedimos sinceramente perdón. Lo sentimos de verdad.
Rogamos que acepten nuestras disculpas. Con ellas intentamos expresar de corazón cuánto nos duele que hayan tenido alguna experiencia negativa durante su infancia, su juventud o el tiempo que estuvieron en la Familia. Nuestra oración es que esta carta les ayude a sanar sus heridas y dar por superado lo sucedido.
Sinceramente,
María y Peter
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La Familia Internacional (LFI) es una comunidad virtual cristiana que se dedica a difundir el mensaje del amor de Dios por todo el planeta.
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