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El árbol de Navidad

Contemplando un arbolito de Navidad, me dije: «Es bonito. Pero ¿qué significa para mí?»

El árbol de hoja perenne simboliza a Jesús, que vive inconmoviblemente en mi corazón. No muere en el invierno de mis dificultades, sino que siempre me acompaña.

La estrella en la copa del árbol es semejante a aquel lucero inolvidable que alumbró el camino hacia el humilde establo -primer hogar de mi Salvador- hace más de dos mil años. Me recuerda, asimismo, que mire siempre hacia arriba, que en todo momento hay una estrella emisora de esperanza, aun en mis noches más oscuras.

Los adornos simbolizan los episodios felices que me han deleitado y han sazonado mi vida. Debiera dedicar más tiempo a agradecerle a Dios los bienes y favores que me concede, e incluso los sucesos tristes y los momentos difíciles que me han hecho crecer como persona. La vida no sería vida sin el contraste entre la alegría y la tristeza, el bien y el mal.

¿Y las luces de colores? Me recuerdan lo que Dios hace para iluminar mi camino por la vida. «Lámpara es a mis pies Tu palabra, y lumbrera a mi camino» (Salmo 119:105). No tengo motivos para sentirme sola jamás.

Por último, los paquetitos al pie del árbol simbolizan los regalos que yo le hago a Jesús. Al fin y al cabo, es Su cumpleaños. Cada vez que entrego de corazón algo a los demás, le hago un obsequio a Cristo. He ahí la esencia de la Navidad. —Amanda White

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Los regalos de más trascendencia son los que nacen del amor: tiempo, amistad, compañía, generosidad, perdón, comprensión.—Chloe West